La apuesta(Historieta andaluza)

La apuesta 



Había una vez un matrimonio. La mujer era muy guapa y no salía a la calle porque le echaban muchos piropos. Y a ella no le gustaba. Un día, el marido se fue al casino con los amigos y uno que era muy fanfarrón le dice: 
-Pues yo me acuesto con la mujer que encarte.
Y el marido le contestó: 
-Pues yo estoy seguro de que con mi mujer no te acuestas. 
-Yo me acuesto con tu mujer y con toda la que se me antoja. 
-Pues vamos a hacer una apuesta a ver si te acuestas con mi mujer. 
-¿Qué nos vamos a poner? 
-Nos vamos a poner la vida. 
-Vale, la vida. 
-Dentro de cinco días nos juntamos aquí y tú me tienes que dar señal de cómo es mi mujer. 
-¡Muy bien! 
El marido fue a su casa y le dijo a su mujer: 
-Mira, me voy de viaje y voy a estar cinco días sin venir. 
-Vale –dijo la mujer. 
El otro hombre estaba en la puerta de la casa mirando a ver si salía la mujer por los balcones o a la puerta, pero no la veía, cuando pasó una anciana y le dijo: 
-¿Qué te pasa que estás mirando por la ventana y por el balcón, hombre? 
-Mire, abuela, me he apostado la vida que me acuesto con la mujer de este hombre. 
-No te preocupes. Mañana te doy yo noticias del cuerpo de ella. La abuela llenó un canasto con huevos y un ramo de flores y llamó a la puerta diciendo: 
-¿Cómo estás? Yo soy hermana de tu madre y te he  traído estos huevos. ¡Cuánto tiempo sin verte! 
-Yo no la conozco, pero si usted dice que es hermana de mi madre... 
Cenaron y luego se fueron a acostar. La mujer iba a acostar a la anciana aparte, pero esta dijo: 
-Ay, yo no me puedo acostar sola, yo contigo.
Y la mujer, por no disgustarla, le hizo caso. Se 
acostaron y cuando la mujer se quedó dormida la anciana empezó a mirarla para descubrir detalles de su cuerpo. Y, ya por la mañana, dijo: 
-Me voy, hija, ya vendré otro día. 
-Cuando usted quiera. 
La anciana buscó al hombre y le contó lo que había visto: 
-Mira, en el pecho derecho tiene un lunar y se ha puesto un camisón celeste con el nombre del marido. Pasaron los cinco días y el marido volvió. Fue al casino y el otro le contó que se había acostado con su mujer. 
-¿Y qué señales me puedes dar? 
-Mira, en el pecho derecho tiene un lunar y se pone un camisón celeste con tu nombre. 
-Pues es verdad. Yo he perdido. 
-Pues tal día te tengo que matar. 
Y el marido se fue para su casa. La mujer le 
preguntó: 
-¿Te pongo de comer? 
-Déjame, déjame. 
-¿Qué te pasa? 
-Que te retires de mi vera. 
Y se fue. Ella se enteró por una vecina de lo que había pasado, así que fue a comprarse unos zapatos y sólo se puso uno. Y después se fue donde iban a matar al marido. Había mucha gente en el lugar para presenciar la muerte y ella se puso al lado del hombre que había ganado la apuesta y le dijo: 
-¡Ay, ladrón! 
-¿Qué te pasa? –le preguntó la gente. 
-Que este ladrón me ha quitado el zapato. 
-A ver, ¿por qué le ha quitado usted el zapato a esta señora?
Pero si yo no me he arrimado a esta señora nunca, si no la conozco de nada. 
-Pero... ¡si usted le ha quitado el zapato! 
-¿Yo? Les repito que no la he visto en mi vida. 
-Entonces, ¿cómo va diciendo por ahí que usted se ha acostado conmigo? 
Y todos los que estaban allí gritaron: 
-¡Venga, que lo maten a él! 
Soltaron al marido y lo mataron a él.

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